miércoles, 14 de febrero de 2018

Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría

I love you Mom, Mother's Day celebration with parent woman holds young kid's hands supporting red heart, csr charity donation for nursing and parenting children adoption, family health care concept Es impresionante ver que en fechas como el 14 de febrero  las personas invierten miles de dolares comprando cosas para demostrar que quieren a otros; sin embargo el verdadero amor no tiene precio y es tan necesario en el mundo que por falta del mismo estamos acabando con nosotros mismos , otras especies y el planeta en general.

A continuación presentamos parte de una reflexión en tiempo de cuaresma llamada Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría”. En él, se advierte de la cantidad de “hombres y mujeres” que “viven como encantados por la ilusión del dinero” y “que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos”. 
Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?
Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.
También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.
El amor se enfría también en nuestras comunidades:  las señales más evidentes de esta falta de amor son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero.

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